Reseña #56: Títeres de la magia - Iria G. Parente y Selene M. Pascual

¡Hola, amantes de la lectura! ¿Cómo estás? ¿Qué tal os está yendo la semana? Espero que muy bien. Hoy os traigo la reseña de Títeres de la magia, la segunda parte de la saga Marabilia, escrita por Iria G. Parente y Selene M. Pascual. Avisaros que este libro, a pesar de pertenecer a una pentalogía, se puede leer independientemente al resto (es más, los cuatro primeros libros pueden leerse en el orden que se quiera), es decir, no hace falta haber leído el primer libro, Sueños de piedra, para poder leer este y, por tanto, no os vais a encontrar en esta reseña spoilers del primer libro.

Los nigromantes de la Torre de Idyll no son como dicen los cuentos. Allí nadie sacrifica doncellas ni juega con la muerte, solo se estudia entre libros y hechizos.

Clarence, que siempre ha vivido ahí, adora esa calma.

Hazan, que conoce el mundo exterior, comienza a cansarse de ella.

Sin embargo, cuando unos venenos letales empiezan a comercializarse por toda Marabilia, ambos deben abandonar esa paz. Alguien tiene que encontrar un antídoto con urgencia… aun si el precio a cambio es uno mismo.

Ha pasado más de un año desde que leí el primer libro (Sueños de piedra) de esta saga y tenía ganas de continuarla, sobre todo, porque Iria y Selene son dos autoras que me encantan y la saga Marabilia promete muchísimo. No obstante, siendo totalmente sincera, me esperaba algo más de Títeres de la magia; no es que me haya decepcionado ni mucho menos —es más, me ha resultado muy entretenido—, pero, bajo mi punto de vista, no se aprecia tanto una evolución entre Sueños de piedra y Títeres de la magia, y ciertas cosas que ya me chirriaban en el primer libro, me las he vuelto a encontrar en este segundo.

Ya han pasado tres años desde que Hazan llegó a la Torre de nigromancia de Ydill, pero todavía no ha podido dominar su magia del todo. No obstante, gracias a la ayuda de su tutor, Clarence, un joven nigromante que se prepara para convertirse en Maestro y, además, está destinado a convertirse en el director de la Torre, poco a poco lo está consiguiendo. Pero, durante estos años, han desarrollado una complicidad entre ellos dos que va más allá de una simple relación profesor/alumno. 

Clarence, que nunca ha salido al exterior, adora la paz y tranquilidad que se respira entre los muros de la Torre de nigromancia. Sin embargo, ha llegado a oídos de los directores de la Torre (que, además, son los tíos de Clarence) la existencia de unos venenos que se están comercializando por todo Marabilia y están matando a personas. Los tíos, al estar muy ocupados con la dirección de la Torre, deciden encomendar a Clarence la misión de buscar la procedencia y la elaboración de los venenos, además de buscar un antídoto para contrarrestar los efectos de estos. Pero no irá solo porque a esta aventura le acompañará Hazan que, a pesar de no ser un experto en magia, no quiere quedarse en la Torre y dejar solo a su tutor.

Como ya he mencionado en párrafos anteriores, Títeres de la magia ha sido una novela que me ha resultado entretenida.  Sin embargo, esto no quiere decir que me esperaba mucho más de ella y algo sí que me ha decepcionado —las expectativas me han jugado esta vez una mala pasada—. En este sentido, creo que el principal problema que me he encontrado con este libro es que, como ya he dicho antes, no he apreciado una gran evolución con respecto a la novela anterior, y ciertos "fallos" —como pueden ser el uso excesivo del monólogo interior, la reiteración de ideas o de pensamientos y/o reflexiones de algunos personajes que se repiten mucho a lo largo de la novela, el poco aprovechamiento de la ambientación, etc.— que ya estaban presentes en Sueños de piedra, vuelven a repetirse en Títeres de la magia.

No obstante, aunque Títeres de la magia tiene sus fallos, también tiene sus cosas buenas. En este sentido, hay que señalar que el punto fuerte de este libro es que se trata de una novela de personajes. ¿El resultado? Unos personajes (tanto principales como secundarios) muy bien construidos y desarrollados. Asimismo, al ser una novela de personajes, la trama, consecuentemente, queda relegada a un segundo plano. Como en todo, esto tiene sus pros y sus contras. Por un lado, como ya he dicho anteriormente, esto hace que los personajes y las relaciones que establecen entre ellos se desarrollen con una mayor profundidad, pero, por otro lado, hace que la trama y la acción no tengan ningún peso relevante dentro del libro, pues lo único que importa en Títeres de la magia son las relaciones/interacciones entre los personajes, además de los sentimientos, emociones y reflexiones que pueden llegar a tener/experimentar en un determinado momento de la historia. Por tanto, las situaciones/acciones que se desencadenan a lo largo de la trama, quizás, no están desarrolladas o no son tan espectaculares o épicas como deberían ser en una novela fantástica y como yo, en realidad, esperaba.

Volviendo de nuevo a los personajes, como ya he mencionado, la mayoría de ellos están muy bien construidos y desarrollados. De este modo, en Títeres de la magia se nos presentan a personajes que tienen sus propias luces y sombras y que, a lo largo del libro, van a experimentar una gran evolución por las situaciones que viven; unos personajes que tienen sentimientos, ideales, objetivos, ambiciones, virtudes, defectos, etc., y que, en definitiva, se me antojaron bastante reales y verosímiles. Asimismo, hay que señalar que Títeres de la magia es un libro que está narrado en primera persona desde varios puntos de vista —principalmente, por Clarence y Hazan— y, gracias a esto, podemos conocer con una mayor profundidad a los personajes e, incluso, empatizar mejor con ellos. Sin embargo, las autoras pecan mucho de utilizar el monólogo interior y esto hace que el ritmo de lectura se ralentice. En realidad, se trata de una técnica narrativa más y es igual de válida que otras, pero, a mi modo de ver, se debe utilizar con mucho cuidado porque es un arma de doble filo, pues, por una parte, gracias a ella, conocemos mejor los pensamientos, emociones y reflexiones de los personajes, pero, por otra parte, si se utiliza de manera excesiva, hace que el ritmo se vuelva mucho más lento y pesado. Y a esto, además, hay que sumarle una constaste reiteración de ciertos pensamientos y reflexiones que se repiten en exceso a lo largo de la novela. Ya lo dije en la reseña de Sueños de piedra: no está mal plasmar las emociones, los pensamientos y las reflexiones de los personajes porque, en definitiva, nosotros como seres humanos que somos, estamos constantemente dándole vuelta a las cosas, reflexionando sobre nuestros asuntos, nos emocionamos, tenemos sentimientos…, pero veo algo innecesario que una emoción, un pensamiento o una reflexión de uno o varios personajes sean descritos de manera excesiva en un libro.

En cuanto a la ambientación, aunque sí que es cierto que, gracias a Títeres de la magia, conocemos nuevos escenarios del continente de Marabalia y nuevas criaturas fantásticas —por ejemplo, sirenas y dragones— que habitan en él, además de que el componente mágico gana un poco más de protagonismo en este libro (recordemos que los protagonistas son nigromantes), he echado en falta, como en el libro anterior, un mayor desarrollo del worldbuilding y de la ambientación en general. Y, quizás, esta sea otra de las consecuencias de que este libro sea una novela de personajes. Vuelvo a decir lo mismo que dije en la reseña de Sueños de piedra: entiendo que las autoras hayan preferido decantarse por desarrollar con profundidad a sus personajes, las relaciones que se establecen entre ellos y lanzar mensajes reivindicativos a través de estos, pero hubiera sido interesante conocer más detalles sobre Marabilia (y me refiero a un trasfondo histórico y social que vaya más allá de que haya monarquías y punto) y las peculiaridades que tiene este territorio. 

Con respecto al romance, debo decir que me ha parecido muy tierno y cute; me ha gustado tanto la relación como la forma en la que se ha ido desarrollando las cosas: el inicio del romance, los sentimientos confusos que tenía una de las partes al principio, cómo fueron superando los baches que fueron encontrando a lo largo del camino, etc. Quizás, el único inconveniente que le pongo (aunque, bueno, es volver a reiterar en la misma idea que ya he expuesto en párrafos anteriores) es que, en no pocas ocasiones, las autoras se centran más en desarrollar la relación sentimental que en otros aspectos igual de importantes como son la trama o la ambientación.

En definitiva, Títeres de la magia de Iria G. Parente y Selene M. Pascual ha sido un libro bastante entretenido y lleno de mensajes reivindicativos que son muy necesarios para el momento en el que vivimos. Sin embargo, me esperaba muchísimo más de la novela. Ojo, no es que me haya disgustado la novela, pero sí que me he encontrado con ciertas cosas que me han chirriado: escaso desarrollo de la ambientación, uso excesivo del monólogo interior, ritmo lento y pesado en algunas ocasiones y la constante reiteración de ciertas ideas y pensamiento lo cual ralentizaba mucho el ritmo de lectura.  A pesar de todo esto, voy a continuar con la saga de Marabilia, más que nada porque Iria y Selene son dos autoras que me encantan y tengo la certeza de que los libros posteriores me van a gustar mucho más que este.

Créditos:

Imágenes 1 y 2: Las ilustraciones son de la artista Lehanan Aida (Instagram: @lehanan_aida).

¿Habéis leído este libro? ¿Os gustó? Si no lo habéis leído, ¿os ha llamado la atención? ¿Le daréis una oportunidad?

Airin Bartt